Un buen indicador para saber si lo que vas a comprar merece la pena

Ayer me volví a dar cuenta de que ser rata y querer los mejores resultados es una ilusión tan grande como pensar que el At. Madrid ganaría la Champions.

Déjame contarte qué me pasó.

Porque estoy seguro de que te servirá para evitar decepciones en futuras compras:

 

Verás.

Ayer me disponía a hacer mi nueva receta saludable. Proteica. De aprox. 5 minutos de elaboración.

Donde el principal ingrediente es el jamón.

¿Serrano? ¿Ibérico? ¿Ibérico de bellota?

Ahí está la chicha.

Que cuando fui al súper a comprarlo vi que a medida que subía en calidad, lo hacía el precio.

Pero no de forma lineal, no. Sino exponencial.

 

Como he contado otras veces, hay una sucia rata que vive dentro de mí y de vez en cuando… se pone a los mandos.

Ayer fue ese día.

Ayer compré jamón serrano de 5€ el kg.

 

Ya en casa, tosté unas rebanadas de pan (integral, obvio), puse una lonchita fina de queso encima, un poco de guacamole, semillitas de chía para darle un toque crocante (aprende Arguiñano), un par de huevos cocidos desmigados y, al final, con delicadeza, mimo, cuidado, las lonchitas de jamón.

Las acurruqué en esa cama de ingredientes a la vez que mis glándulas salivales empezaban a hacer su trabajo.

Y cuando por fin me tocó dar el primer mordisco… pasaron cositas desagradables.

 

Mis dientes atravesaron las primeras capas con facilidad, haciendo que el pan, el guacamole, el queso y los huevotes empezaran a mezclarse en mi bocota, pero al llegar al jamón… se rompía la armonía.

Se rompía todo, incluso el bocadillo.

Porque ese jamón no parecía serrano, parecía disecado.

Era imposible cortarlo con los dientes.

Cuanto más tiraba, más se separaban el resto de ingredientes.

Me sentía como en esas pelis de ciencia ficción, donde algunos objetos se transforman en arena entre tus dedos.

El resultado fue tan malo que terminé cenando con cuchara y cuchillo.

 

Bien.

Suficiente drama por hoy, ¿no crees?

Vayamos con la pregunta del millón:

¿Es cierto que lo barato siempre sale caro?

Desde mi punto de vista… no.

Hay excepciones.

Ahora, arriesgarte o no… pues ya depende de lo que esté en juego.

 

Si lo peor que puede pasar es que tengas que cenar con un vaso de agua al lado para pasar la bola, ni tan mal.

Pero si estás pensando en cambiar los textos de tu web…

(Con lo que supone encontrar a la persona adecuada, abrir las puertas de tu negocio, reunirte varias veces… esperar a recibir borradores, corregirlos, hablar con el diseñador para que los coloque…)

Me imagino hacer todo eso y que tus visitas sigan sin comprar…

Y se me hace una bola bastante más difícil de tragar.

Eso a mí, a ti no sé.

 

Para los que entienden que lo bueno a veces cuesta un poco más:

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Un abrazo,

Jesús, Copy de bata blanca

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Jesús Bahamonde Copywriter de bata blanca