Lo que todo el mundo debería saber sobre la IA antes de pedirle una sola palabra

Ojo, lo que cuento aquí no es mío.

Los derechos de autor (y las quejas) a Robin Williams, uno de los protagonistas del peliculón «El indomable Will Hunting».

Pero antes de pasar a su monólogo, un breve contexto:

En la película Williams es Sean Maguire, un terapeuta que trabaja con Will Hunting. Will es un genio matemático con un carácter problemático.

Durante una de las sesiones, Will falta a la difunta de Sean y la cosa se pone incómoda.

Días después, Sean lo coge por banda y le suelta:

– He pensado en lo que me dijiste —dice Sean—. Me pasé casi toda la noche pensando en ello. Y se me ocurrió una idea. Luego caí en un sueño profundo y plácido, y no he vuelto a pensar en ti. ¿Sabes qué se me ocurrió?

– No.

– Que eres un crío. Y que en realidad no tienes ni idea de lo que hablas.

– Vaya, gracias.

– Es normal. Nunca has salido de Boston.

– No.

– Si te pregunto sobre arte me responderás datos de todos los libros que se han escrito. Miguel Ángel. Lo sabes todo. Vida y obra, aspiraciones políticas, su orientación sexual… lo que haga falta, ¿no?

Will no responde.

– Pero tú no puedes decirme cómo huele la Capilla Sixtina. Nunca has estado allí y has contemplado ese hermoso techo. No lo has visto.

Will sigue callado.

– Si te pregunto sobre mujeres, probablemente me des una lista de tus favoritas. Puede que hayas echado unos cuantos polvos, pero no puedes decirme qué se siente cuando te despiertas junto a una mujer y te invade la felicidad.

Silencio.

– Eres duro —dice Sean—. Si te pregunto por la guerra, probablemente me citarás algo de Shakespeare: “De nuevo en la brecha, amigos míos”… pero no has estado en ninguna. Nunca has sostenido a tu mejor amigo entre tus brazos, esperando tu ayuda mientras exhala su último suspiro.

Más silencio.

– Si te pregunto por el amor, me recitarás un soneto. Pero nunca has mirado a una mujer y te has sentido vulnerable, ni te has visto reflejado en sus ojos. No has pensado que Dios ha puesto un ángel en la Tierra para ti, para que te rescate de los pozos del infierno… ni que se siente al ser su ángel, al darle tu amor, darlo para siempre y pasar por todo. Por el cáncer.

No sabes lo que es dormir en un hospital durante dos meses cogiendo su mano, porque los médicos vieron en tus ojos que el término «horario de visitas» no iba contigo. No sabes lo que es perder a alguien, porque solo lo sabrás cuando ames a alguien más que a ti mismo.

Dudo que te hayas atrevido a amar de ese modo.

Silencio, silencio, silencio.

– Te miro y no veo a un hombre inteligente y confiado. Veo a un chaval creído y cagado de miedo. Eres un genio, Will. Nadie lo niega. Nadie puede comprender lo que pasa en tu interior.

En cambio, presumes que sabes todo de mi porque viste un cuadro que pinté y rajaste mi puta vida de arriba a abajo.

Ahora la cámara enfoca a Will, que tiene cara de «trágame tierra».

– Eres huérfano, ¿verdad? — continúa Sean.

Will baja la mirada.

– ¿Crees que sé lo dura y penosa que ha sido tu vida, cómo te sientes, quién eres, porque he leído Oliver Twist? ¿Un libro sirve para definirte?

Will levanta la mirada.

– Personalmente, eso me importa una mierda, ¿sabes por qué? —continúa Sean—. Porque no puedo aprender ni saber nada de ti en un maldito libro. Pero si quieres hablar de ti, de quién eres, estaré fascinado. A eso me apunto. Pero no quieres hacerlo, ¿verdad? Tienes miedo. Te aterroriza decir lo que sientes.

Tú mueves ficha, chaval.

Sean Maguire y Will Hunting

Sean Maguire y Will Hunting

Jamás te diré que no uses la IA.

Yo la uso a diario. Me ayuda a trabajar más rápido, a generar ideas y a corregir mis malditos leísmos de castellano leonés.

Pero a pesar de todo su potencial, su ingenio, la IA no deja de ser una herramienta diseñada para procesar información. Como el cerebro de Will Hunting, con una brillante memoria… pero con una capacidad limitada para conectar, ser personal y vulnerable.

Puede hablarte de cualquier cosa (arte, guerra, amor), pero no puede expresarlas de forma profundamente humana. Con emoción, con matices. No puede.

Y a poco que hayas leído sobre ventas, ya sabes que la gente justifica sus compras con la lógica, pero lo que realmente hace que pulsen el botón…

Son las emociones

Y para despertar eso, necesitas un humano al volante.

Si tienes la más mínima sospecha de que ese humano podría ser yo, te recomiendo antes pasar por aquí. Te ayudará a despejar tus dudas:

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Jesús Bahamonde Copywriter de bata blanca